viernes, 16 de octubre de 2015

LA ACTITUD

LA ACTITUD
Por: jeanne de salzmann

La actitud que tomamos, nuestra posición interior y exterior, es nuestra meta y a la vez nuestro camino.

En cualquier momento, tengo posturas particulares, posturas que no puedo evitar.

Las del cuerpo son siempre las mismas y provocan las posturas correspondientes en la mente y en el sentimiento.

Estoy encerrado en mi mundo subjetivo, prisionero de las posturas habituales.

Pero no lo veo; ni siquiera estoy consciente de las partes que estan tensas o relajadas.

El cuerpo tiene un repertorio de actitudes que me aprisionan.

Debo encontrar una posición, interior y exteriormente, que me libere de mis actitudes, me saque de mi sueño y permita la apertura a otra dimensión.

En el trabajo sentado o «en calma», la posición del cuerpo es muy importante.

Debe ser precisa para permitir que se instale un campo de energía.

Al mismo tiempo, debo sentir una holgura, un bienestar, una especie de estabilidad que permita a la mente entrar en un estado de disponibilidad total, vaciarse de una manera natural, dejar caer la agitación de los pensamientos.

En una postura justa; mis centros se reencuentran y pueden relacionarse.

Eso pide una estrecha y continua COOPERACIÓN entre mi pensamiento, mi sentimiento y mi cuerpo.

Una vez que se separan, la postura no se mantiene.

Buscamos la estabilidad.

Lo que siempre es esencial es la postura de la columna vertebral, que debe ser vertical, libre y recta a la vez.

Cuando no está recta, no puede haber una relación justa entre la sensación y el pensamiento, entre el pensamiento y el sentimiento.

Cada parte queda aislada, sin una conexión real con las otras partes.

Pero si la columna vertebral está recta, sentimos que la energía contenida en el cuerpo tiene una acción sobre el cuerpo para que su densidad cambie.

Ya no hay una forma y una Presencia, hay una sola y misma cosa.

Mi postura será más estable si me siento en el piso, sobre un cojín, para que las rodillas no esten más altas que las caderas.

Un pie se pone, si es posible, sobre el muslo o la pantorrilla de la otra pierna.

Cruzar las piernas así contiene el impulso activo y permite obtener el mayor grado de calma.

Las manos reposan sobre el regazo, la mano dominante sosteniendo a la otra, con las palmas vueltas hacia arriba y los dos pulgares apoyados uno sobre el otro.

Uno se mantiene derecho, orejas y hombros en línea recta.

Los ojos estan ligeramente abiertos o pueden estar cerrados.

Si no me puedo sentar en el piso, puedo utilizar un banquito o una silla, siempre y cuando me mantenga derecho, con las rodillas más bajas que las caderas.

Mantener la columna vertebral siempre derecha libera presiones, de manera que encima de la cintura el cuerpo no tenga peso.

Sentado, busco encontrar el lugar exacto sobre el cual se apoya mi columna vertebral, que no hale mi cuerpo ni hacia delante ni hacia atrás.

Si mi columna vertebral está vertical, como un eje, eso mantiene mi cabeza también en una posición recta.

Un soltar ocurre por si solo.

Las tensiones caen y siento un movimiento de energía hacia la base de mi cuerpo, al mismo tiempo que un movimiento hacia arriba.

La necesidad de ser riguroso en mi postura proviene exclusivamente de la necesidad imperiosa de no impedir en ningún punto que la unidad de la vida se haga en mí.

Una relación entre todos mis centros permite una apertura a los centros superiores.


jeanne de salzmann

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